Pensamientos finales
Hemos presentado varias explicaciones del bienestar, partiendo de sus dos formas no normativas (que criticamos sobre todo por su falta de dimensión normativa), y luego pasando a sus explicaciones normativas: prudencial sin restricciones y prudencial constreñido. Hemos argumentado que la cuenta prudencial restringida es la más plausible. Uno puede preguntarse, sin embargo, por qué nos hemos detenido aquí, es decir, por qué no hemos propuesto otra explicación, que ubicaría los valores morales (en lugar de los prudenciales) en el centro y trataría los valores prudenciales solo como prima facie.limitaciones y / o desempeñando sólo un papel subsidiario en el logro del bienestar. La respuesta es doble. Primero, el concepto general de bienestar que nos esforzamos por explicar o construir es subjetivo y no recurre, a diferencia del objetivo (por ejemplo, el de Aristóteles), a ningún supuesto metafísico fuerte sobre lo que significa ser un ser humano pleno / perfecto523. Aunque, claramente, la concepción que defendimos –la constreñida prudencial– contiene también dos (modestos) componentes objetivos: (a) asume que la abrumadora mayoría de los seres humanos no pueden alcanzar el bienestar subjetivo, es decir, sentirse satisfechos con su propio bienestar. vida, si no se dan cuenta de los valores prudenciales, pero (b) constreñidos de alguna manera por los valores morales. El componente objetivo (b) es tanto más prominente dado que nuestra argumentación para su introducción fue principalmente normativa; no asumimos, aunque lo encontramos plausible, que las personas injustas no pueden ser verdaderamente felices / satisfechas con su vida. En segundo lugar, hemos tenido la intención de comparar solo aquellas concepciones del bienestar que pueden acomodarse dentro de la economía, con su enfoque en la búsqueda individual de varios objetivos, incluidos los ‘mundanos’ / ‘materiales’ (posición social, éxito económico, etc. ), la satisfacción subjetiva con su logro y con su rechazo de cualquier supuesto metafísico más fuerte. Por el contrario, es característico de las concepciones clásicas (objetivas) del bienestar (por ejemplo, la de Aristóteles, y especialmente la de los estoicos) que afirman que los seres humanos pueden alcanzar el bienestar incluso en las condiciones económicas más abyectas. El desprendimiento sublime de este tipo de bienestar es admirable, pero no es lo que los economistas entienden con este término.
Véase, por ejemplo, Sumner (1998).↩︎