Observaciones finales

La racionalidad se relaciona con la información (conocimiento), su acumulación y uso. Por tanto, la racionalidad es una característica de los sistemas vivos primarios y complejos. Una característica de los sistemas complejos (vivos) es la acumulación de energía e información (libres), por lo que la característica fundamental de la racionalidad es prevenir el proceso de desorden y el crecimiento de la entropía en un sistema. En este sentido, la racionalidad es una acción (fenómeno o rasgo) que tiene como objetivo contrarrestar los procesos de entropía y el crecimiento del caos en el sistema, y, por tanto, tiene funciones similares a las instituciones, ya que el objetivo de ambas debe ser la organización en un sistema. sistema relevante. A su vez, la racionalidad neoclásica en su conexión con la idea de optimalidad y eficiencia debe considerarse como un caso particular de este fundamento antientrópico general de la racionalidad.

En el proceso de producción de información colectiva se involucra no solo la capacidad humana de razonar sino también otras habilidades humanas como el apetito por el riesgo y la búsqueda de lo nuevo, ya que incrementan la experiencia colectiva. No solo los cálculos egoístas de los resultados futuros, sino también las emociones humanas como los sentimientos de afecto, confianza y equidad juegan un papel importante en la convivencia colectiva y, por lo tanto, influyen en las interacciones sociales que adoptan la forma de diferentes instituciones e influyen en la formación. y carácter de racionalidad colectiva. La racionalidad colectiva está incorporada en las instituciones sociales y no puede reducirse a la racionalidad individual en su estrecho significado neoclásico.

Según la psicología social y la neuropsicología modernas, las decisiones basadas en emociones difieren de las decisiones basadas en la razón, pero ayudan a sustentar la macrorracionalidad ya que nos permiten considerar los intereses de los demás en nuestras decisiones. El llamado imperialismo económico, que extiende el principio de racionalidad económica individual a otras relaciones humanas, no conectadas directamente con la actividad económica, ignora la complejidad de la naturaleza humana, el papel de las emociones humanas y el altruismo, y sobrevalora las capacidades de cálculo del cerebro humano. El surgimiento y funcionamiento de muchas instituciones socioeconómicas importantes no puede explicarse por una comprensión estrictamente egoísta de la racionalidad individual.

Una persona es capaz de actuar tanto de forma egoísta como altruista y la forma en que eventualmente actuará depende del entorno. Una sociedad que tiene mucha más información que un individuo aporta valores específicos que luego se convierten en criterios para las decisiones futuras de los individuos. Los procesos políticos, como la democracia sostenida por medios libres, ayudan a la sociedad a distinguir valores cruciales y a encontrar y definir los problemas que la sociedad en cuestión quiere resolver. A su vez, la ‘voluntad’ realizada y expresada de una sociedad toma la forma de instituciones relevantes que luego no solo brindan los criterios de ‘ser racionales’ y eficientes, sino que también tienen instrumentos para prevenir o hacer que la sociedad actúe de acuerdo con estos criterios. .

En este sentido, si las instituciones existentes favorecen el altruismo y no solo el egoísmo, habrá mucho más espacio y oportunidades para que los individuos desarrollen sus rasgos altruistas, especialmente si la conducta altruista es considerada por una sociedad como racional. La ideología neoliberal, a través de sus instituciones formales y no formales, expande la convicción de que el comportamiento altruista no es racional. Al mismo tiempo, los estudios del comportamiento y la psicología social abren una nueva visión, a saber, que el altruismo puede dar sus frutos y, al final, ser una estrategia racional. Las sociedades con democracias desarrolladas parecían haber aprendido que la diversidad les permite actuar de manera más racional como el todo e inculcar los valores del todo en los individuos a través de instituciones relevantes.

La codicia y la generosidad humanas, el egoísmo y el altruismo, la razón y la emocionalidad están incrustadas en diferentes actividades que pueden ser igualmente importantes para la existencia de la sociedad humana en su conjunto. Sin embargo, el predominio de la característica única, empujando a todas las demás, conduce, en palabras de Ortega y Gasset, a una homogeneidad perniciosa. Entonces, partiendo de un estrecho individualismo egoísta, positivismo y cortoplacismo, corremos el riesgo de encontrarnos con el “hombre unidimensional” (término utilizado por Herbert Marcuse) que de manera similar al “hombre de masas” de José Ortega y Gasset (Ortega y Gasset1930), es capaz de destruir la civilización humana, incluida la inteligencia que es la base de la racionalidad humana.