Observaciones finales: triple indecidibilidad del problema normativo

¿Significa que los humanos se extinguirán? ¿Significa que el concepto de bienestar no es más que una peligrosa inadaptación que, en una determinada etapa de nuestra evolución cultural, nos trajo algo de comodidad individual pero que a largo plazo puede llevarnos a la extinción? La verdad es que nadie lo sabe. Pero no podemos excluir tal hipótesis. Parece que el problema normativo es indecidible con respecto al enfoque naturalista por al menos tres razones independientes.

  1. La ontología naturalista no supera la “falacia naturalista” indicada por Hume y Moore. Incluso si adoptamos el modesto programa naturalista y consecuentemente asumimos ciertas normas indiscutibles como axiomas (como el concepto discutido de bienestar), instantáneamente nos encontramos con tres problemas irresolubles:

    1. Según el modesto programa naturalista, los axiomas no se crean en el vacío del juicio de valor y no reflejan nuestra indiscutible intuición humana o divina. Se construyen de abajo hacia arriba, por numerosos problemas normativos previamente resueltos, cuyas soluciones fueron posteriormente probadas evolutivamente. Los axiomas son generalizaciones que reflejan nuestro conocimiento multigeneracional y parecen ser una herramienta más útil para resolver problemas normativos diarios que las reglas privilegiadas de nivel superior.
    2. El poder causal de esos axiomas es dudoso. Como muestra el modelo de Litman y Ackley, los juicios de valor de nivel superior, que son cruciales en las primeras etapas de la evolución de las especies, ya que determinan los patrones de comportamiento, poco después de que esos patrones estén codificados genéticamente, se vuelven menos constreñidos funcionalmente. Al menos algunos de ellos pueden servir como útiles racionalizaciones de nuestro comportamiento, sin tener ningún impacto real sobre ellos.
    3. Si algunos de esos axiomas revelan algún poder causal, el desarrollo del orden social según ellos y según los principios determinados por el algoritmo genético puede resultar evolutivamente contraproducente, como muestra el modelo de Boyd y Richerson sobre la disminución de la tasa de fertilidad.
  2. Las perspectivas epistemológicas en el relato naturalista son confusas. Se pueden formular diferentes postulados normativos desde la perspectiva del individuo y la perspectiva del grupo referencial. Lo que parece beneficiar a un agente, no necesita ser beneficioso para la población y, al revés, lo que es beneficioso para la población, no necesita beneficiar a un agente. Como la función de aptitud endógena parece privilegiar a la población, los rasgos que son beneficiosos exclusivamente para los agentes y no contribuyen al éxito genético pueden estar condenados a la extinción. El concepto de bienestar puede representar tal característica.

  3. El algoritmo genético con una función de aptitud endógena parece no ser susceptible de “primeros planos matemáticos.” Incluso si conocemos el orden normativo inicial, existen límites para encontrar un atajo para predecir el valor futuro de la función de aptitud. En otras palabras, la previsibilidad del futuro orden social está fundamentalmente restringida. Los modelos basados ​​en el algoritmo genético son por naturaleza muy complicados, pero al mismo tiempo, son una enorme simplificación del entorno real y las fuerzas que actúan detrás de él. Nos ayudan a comprender ciertos mecanismos y tendencias, pero no nos revelarán el estado futuro de la sociedad y especialmente la futura solución evolutiva al problema normativo.

El tercer punto es especialmente la razón directa de la indecidibilidad del problema normativo, la razón por la que no podemos determinar si el concepto de bienestar es un ejemplo del rasgo desadaptativo condenado a la extinción. Hay muchos escenarios posibles. La extinción es uno de ellos. Richerson y Boyd señalan a grupos ortodoxos particulares como los metodistas y los amish en los EE. UU., Que han podido aislarse del acceso a los medios de comunicación modernos y así debilitar la transmisión sesgada y cultivar sus valores familiares y religiosos tradicionales, lo que implica alta tasa de fecundidad. El bienestar, especialmente uno que se entiende en términos monetarios, definitivamente no es su fin último. Están creciendo lentamente en número. En el otro lado de la estructura social, tenemos el modelo creciente de crianza solitaria. La tasa de fecundidad entre quienes aplican este modelo no es muy alta pero al menos cercana a la tasa de reemplazo natural. Puede ser que se alcance a largo plazo un cierto equilibrio entre los procesos de contraacción, como la propagación de la variante cultural egoísta, la tasa de fertilidad y la selección natural. Finalmente, está el problema de “estimar la fuerza de varios efectos sobre la trayectoria de la evolución”522. Parece haber razones naturales y sólidas para rechazar el darwinismo moral. Como la función de aptitud no existe, y la interdependencia entre los diferentes órdenes sociales es multicausal, cualquier valor posible de adaptabilidad es intransitable.

Teniendo en cuenta la imagen antes esbozada del posible origen del orden social normativo y las observaciones sobre sus posibles consecuencias, parece que en nuestra búsqueda del fin último, estamos dentro de un círculo vicioso sin salida. Parece que estamos condenados a aceptar el hecho de que el problema final último es indecidible, al menos dentro del conocimiento evolutivo.

Sin embargo, no todo está perdido. Al menos, siguiendo el “modesto programa naturalista” podemos formar un par de postulados razonables:

  1. En las ciencias sociales (incluida la economía normativa) “nada tiene sentido excepto a la luz de la evolución.” El análisis darwiniano y el pensamiento poblacional deberían ser una parte integral de esas ciencias. Las verdades de sentido común, que se dan por sentadas, no son más que variantes culturales que pueden y deben analizarse en términos de su capacidad de adaptación (bienestar, felicidad, éxito, placer, etc.).

  2. La previsibilidad de las posibles consecuencias seguidas de la adopción de determinadas variantes culturales es limitada pero no excluida del todo. La recopilación de macrodatos y los modelos basados ​​en agentes combinados con el análisis darwiniano pueden ayudar a trazar posibles escenarios y ser informativos para las sociedades y los responsables de la formulación de políticas.

  3. Si los axiomas morales tienen un impacto más débil en nuestros patrones de conducta (que pueden ser objeto de posibles estudios empíricos futuros), de lo que sospechábamos, su relajación puede no constituir un peligro real para la cohesión social. Y si juegan un papel de mutaciones culturales necesarias, de las cuales pueden surgir patrones tanto adaptativos como desadaptativos, que serán naturalmente probados y observados, su diversidad puede ser deseable, pero solo desde el punto de vista particular, es decir, la supervivencia y mayor expansión de la población humana. Esto podría interpretarse como un argumento a favor de una sociedad liberal y abierta y del pluralismo de valores, como solía ser promovido por KR Popper (2013) y I.Berlin (2002).


  1. Richerson y Boyd (2005, loc. 3486).↩︎