Introducción
Los economistas de la corriente principal plantean periódicamente lo que consideran un dilema. Señalan que la agencia humana intencional, incluida la capacidad de elección, aspectos del comportamiento humano que a su vez desean reconocer y promover, parecen estar amenazados o fundamentalmente socavados, cuanto más exitosa se vuelve la explicación económica. Por ejemplo, Melvin Reder insiste en que los economistas deben enfrentar un dilema entre la elección y el éxito de sus proyectos explicativos:
Asociado con el supuesto de preferencias estables, pero lógicamente distintas, está el “impulso de la endogeneización.” Una manifestación destacada de esta tendencia es el intento de Stigler de explicar - y restringir - el comportamiento de los tomadores de decisiones políticas, pero este no es el único … Para endogeneizar con éxito una nueva variable es mejorar el poder explicativo de la economía, y hay mucho interés en tales logros. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que cuando las variables se hacen “endógenas,” ya no pueden servir como objetos de elección social. En la medida en que las variables se endogenizan … se explica la elección … la libertad de elección de la “sociedad” se ve como ilusoria. La libertad parece consistir no en el poder de elección, sino (ritmo Hegel) en el reconocimiento de la necesidad. Esta no es una conclusión probable para los seguidores de Adam Smith, y seguramente no es una que ellos deseen,mil novecientos ochenta y dos: 34–35).
Desde una perspectiva de la corriente principal, cualquier progreso en la formulación de explicaciones económicas aceptables iría, aparentemente inevitablemente, acompañado de personas cada vez más reveladas como simplemente impulsadas por eventos y condiciones externas y expuestas como carentes de agencia y elección. Además, dado el modelo adoptado por la economía dominante para seleccionar formas apropiadas de explicación, la única noción de cambio que se puede salvar es la de un grave empobrecimiento. La vida social se reduce a un flujo de eventos, mientras que el cambio se relaciona simplemente con alteraciones en el patrón de eventos.
En este artículo, este aparente dilema de solo ser capaz de reconocer la agencia real, la elección y el cambio genuino renunciando a la explicación se considera desde una perspectiva explícitamente ontológica. El argumento esgrimido es que el dilema señalado surge principalmente porque las nociones de explicación en economía tienden a adoptarse antes, y sin prestar suficiente atención, a los tipos de objetos que constituyen el tema de la investigación social. Se argumenta que las formas de explicación que los economistas convencionales reconocen como legítimas presuponen una ontología que es incapaz de acomodar la agencia dentro de la naturaleza o reconocer las posibilidades de un cambio social genuino.
En la parte constructiva del artículo se adopta una estrategia para examinar el dilema que los economistas dominantes señalan (solo para luego ignorar) que coloca a la ontología al frente y en el centro del escenario. Se argumenta que una ontología estructurada de poderes, capacidades, tendencias, disposiciones y potenciales activos reales apoya una concepción completamente naturalista de la agencia que puede guiar las elecciones que hacen los economistas sobre la mejor manera de llevar a cabo proyectos explicativos1. Una vez que se esboza esta posición ontológica alternativa y se defiende su adecuación, queda claro que los economistas no enfrentan ningún dilema necesario entre el progreso explicativo y el reconocimiento de la acción y la elección humanas. Se argumenta además que esta ontología puede informar de manera productiva iniciativas destinadas a lograr una transformación social racional e intencional.
El tipo de ontología estructurada a la que se hace referencia aquí está asociado con el trabajo del Cambridge Social Ontology Group, (ver Lawson 1997, 2003, 2013, Pratten (2015) y Faulkner et al. 2017) que a su vez está estrechamente alineado con el trabajo de realistas críticos como Archer et al. (1998), Bhaskar (1978, 1979) y Collier (1994, 2011).↩︎